Diakonía: un banco de solidaridad
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en Guayaquil 350 mil personas pasan hambre y están desnutridas. Es como si casi todo Santo Domingo de los Tsáchilas no tuviera qué comer. Según ese mismo organismo, la comida que se desperdicia en el Ecuador sería suficiente para acabar con […]
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en Guayaquil 350 mil personas pasan hambre y están desnutridas. Es como si casi todo Santo Domingo de los Tsáchilas no tuviera qué comer. Según ese mismo organismo, la comida que se desperdicia en el Ecuador sería suficiente para acabar con el hambre en el país. Botar alimentos a la basuras cuando aún están aptos para el consumo humano, es casi una obscenidad y, sin duda, un pésimo negocio: El Banco de Alimentos Diakonía —adscrito a la Arquidiósecis de Guayaquil— trabaja para que las frutas, las verduras, las carnes y los lácteos lleguen a la mesa de quienes los necesitan.
Y aunque creen que pueden hacer aún mucho más, el paso que están dando es significativo. Según sus propios datos, ayudan a cerca de diez mil personas. Ocho de cada diez son niños. Durante la última colecta pública que hizo la institución, el 26 de septiembre en la explanada del MAAC, Pamela Jalil —representante del Banco de Alimentos Diakonía— explicaba que el aporte más importante es, precisamente, el que se hace con los niños, pues hasta los tres años de edad, la alimentación tiene un rol clave en el desarrollo de los seres humanos. Según estudios de UNICEF, los efectos nocivos de la malnutrición pueden incluso pasar de generación en generación, pero lo mismo sucede con una alimentación adecuada. Lo que comamos en nuestros primeros mil días de vida va a marcarnos para siempre. Por más que tengas acceso a una buena educación, si no tienes una alimentación correcta el aprendizaje será muy difícil, dice Jalil.
Según estudios de UNICEF, los efectos nocivos de la malnutrición pueden incluso pasar de generación en generación, pero lo mismo sucede con una alimentación adecuada. Lo que comamos en nuestros primeros mil días de vida va a marcarnos para siempre.
Para cumplir con su misión, el Banco recibe donaciones diarias en su planta ubicada en la Cooperativa 29 de Abril, en el norte de Guayaquil. Los donantes son instituciones públicas y privadas, así como personas naturales movidas por las ganas de ayudar a un organismo que los invita a colaborar mediante la promoción de sus actividades en las redes sociales y en la prensa. Pero con eso no basta. Para expandir su alcance, el Banco también realiza eventos masivos de recolección de alimentos. Como el del sábado 26 de septiembre en la explanada del MAAC. Esta convocatoria fue auspiciada por organizaciones privadas, entre ellas la urbanización Ciudad Celeste.
Al final del día, las donaciones completaron veinticinco toneladas de comida no perecedera como leche, aceite, azúcar, atún, fideos y arroz, el equivalente al peso de 10 ballenas azules recién nacidas. El aporte del sector privado es —y seguirán siendo— clave para la labor del Banco. “Si logramos que todas las empresas sientan que, efectivamente, tienen responsabilidad social, podríamos tener un impacto en la reducción del hambre. El Banco es un canalizador”, explica Jalil. Pero cualquier persona puede ayudar en la lucha contra el hambre. Un videohecho por documentalistas del Vaticano lo muestra.
En los cinco minutos que dura este registro, se ven dos realidades opuestas en un mismo Guayaquil: aquellos que viven en extrema pobreza —y se ven forzados a buscar comida en los basurales—, y los que compran alimentos que terminarán en la basura. Pamela Jalil comenta que todos podemos ayudar a solucionar el problema del hambre si compartimos. Y eso empieza con reflexionar sobre la manera en que compramos nuestros alimentos. “Yo sentía que cuando iba al supermercado todo lo que ponía en la carretilla era lo que me provocaba. Fuera de mi lista básica, ni siquiera pensaba si iba a consumir o no algo” —dice, como reprochándose— “Hay que devolverle a la vida, a la sociedad, todo eso que hemos recibido”. Una forma de retribución social y de agradecimiento por lo que tenemos, es a través de la ayuda. Se puede contactar al Banco de alimentos, a través de su página web, y considerar que además de comida, Diakonía acepta donaciones en dinero, mediante su cuenta de Paypal. Otra forma de apoyo es el voluntariado, pues la organización siempre necesita manos extra. Si alguien está interesado en sumarse, pueden escribir a este correo electrónico: frecalde@diakonia-ec.org.