Goles en La Marina de cuatro a seis
El fútbol no discrimina. Qué hubieran hecho Pelé, Eto’o, Maradona, Ronaldiño, Messi —y el mundo entero— si este deporte no existiera. Es como darse un golpe en la cabeza: imaginar un planeta donde Edson Arantes do Nascimento es un escritor o un piloto de avión, cosa con la que —ha dicho— soñaba. Peor aún, pensar en un Diego Armando Maradona con su arete y su nueva cirugía en una película independiente argentina. Afortunadamente, vivimos en un continente donde la mayoría de niños salen del vientre de su madre gritando gol. Esta pasión por los goles ha impulsado a la creación de la primera escuela de fútbol en la urbanización La Marina de Ciudad Celeste.
Cada partido se juega como si fuera el último. Los niños tienen un entrenamiento arduo: de corridas a gran velocidad, de tiros libres y de ejercicios de coordinación.
“Listos, muchachos prepárense para jugar”, dice el profesor. Inmediatamente comienza el encuentro: unos hablan sobre las estrategias, otros miran la pelota concentrados. No hay una cinta de capitán aparente, pero en pocos segundos aparece el líder ayudando a sus amigos, comandando jugadas, quejándose y pidiendo más entrega. “Los niños no tienen la finalidad de la victoria, quieren apenas divertirse” —dijo Eduardo Galeano— “Por eso, cuando surgen excepciones, como Messi y Neymar, son, entonces ellos, para mí unos verdaderos milagros”.
En la cancha de la urbanización La Marina los goles se hacen desde las cuatro hasta las seis de la tarde. Son cerca de treinta y cinco niños los que entrenan en esta escuela que ya tiene un año de funcionamiento. Dorthy Ramos, cofundadora de la escuela y habitante de Ciudad Celeste, asegura que este deporte ha ayudado mucho a la unidad de los niños que viven en las cuatrocientas casas de La Marina. Un investigación realizada por la Universidad de Vrije en Holanda establece que el deporte potencia las capacidades cognitivas de los niños en el mundo académico. Mejora el funcionamiento de su corazón y la conexión entre sus neuronas. Un estudio de la Universidad de Valencia en España señala que la actividad física aumenta hasta un 25% el rendimiento cognitivo de las personas. Por eso, Dorthy Ramos —y otros padres de familia— promueven la expansión de las escuelas de fútbol en la zona. De esta manera, los pequeños se preparan para los ‘Intervacionales’ que se realizan cada año entre las urbanizaciones de Ciudad Celeste.
En la escuela de fútbol, los chicos han aprendido a compartir y a unirse para alcanzar un gol. Para algunos una derrota significa una lágrima sobre césped, pero no una renuncia. Jugando al fútbol se aprende también sobre la vida. “Como vas a saber lo que es la amistad si nunca devolviste una pared” —dice un verso del poema que el relator argentino Walter Saavedra escribió y que termina con este otro: “Cómo vas a saber lo que es la vida, si nunca, jamás, jugaste al fútbol”.