Las calles más seguras están en las Ciudades para Vivir
Cruzar la calle es un acto diario, casi automático. Llegamos al borde de una acera, miramos hacia ambos lados de la vía y si no hay peligro, cruzamos. En Guayaquil es común atravesar la calle por cualquier lugar, excepto por el paso cebra. Es un mala costumbre que pone en peligro la vida de las personas. Mientras que un adulto puede realizar esta acción con relativamente poco riesgo, para un niño es más complicado, pues requiere de algunas habilidades que no ha desarrollado todavía como calcular la velocidad a la que se acercan los autos, el tiempo requerido para cruzar y qué tan rápido debe hacer esta acción.
Andrea Coronel se mudó a Floral en Villa Club hace dos años. Con un hijo Mateo de seis años, Andrea sabía que necesitaba un lugar seguro para él, y por eso se sintió atraída por las Ciudades para Vivir. Viene del centro de la ciudad de Guayaquil, su casa quedaba en Boyacá y Aguirre, justo frente a la parada de la Metrovía. Recuerda que vivía constantemente nerviosa de que a su hijo lo atropellen. En su antiguo hogar dejar la puerta abierta estaba prohibido. Y era impensable que su hijo diera un paso fuera de la casa sin estar agarrado de la mano.
De acuerdo al Reporte del Estado Global sobre la seguridad de las vías de la OMS, publicado en 2013, Ecuador ocupa el segundo lugar en mortalidad por accidentes de tránsito en América Latina. Según el mismo organismo la principal causa de muerte en los niños de cinco a 14 años son accidentes de tránsito, y la segunda en el grupo de entre 15 y 44 años. Guayaquil, según la estadística del ECU911, es donde la mayoría de los accidentes de tránsito ocurren a nivel nacional.
Andrea huyó de Guayaquil en gran parte por la amenaza latente que vivía su familia. Hoy está mucho más tranquila y ha dejado atrás la zozobra constante al imaginar que su hijo pudiera ser atropellado en cualquier momento. Dentro de la urbanización donde reside, las calles están llenas de rompevelocidades.
Además existe una señalización adecuada anunciando a los pocos conductores que transitan en las calles, que la velocidad máxima dentro de las urbanizaciones es de 20 kilómetros por hora. Estas mismas señales de velocidad usualmente están acompañados de la frase “Niños Jugando”, alertando a los conductores de las posibles consecuencias de irrespetar las normas.
No solo que las probabilidades de estar en un accidente de tránsito disminuyen en las Ciudades para Vivir; los niveles de inseguridad -atracos o robos- son mucho menores que en la ciudad, como ya lo contamos en otro artículo. En muchas calles de Guayaquil no se puede andar con el celular en la mano; y si hay que caminar por las noches las personas procuran hacerlo muy rápido y que la distancia sea corta. En las Ciudades para Vivir se pueden hacer ambas cosas sin mayor preocupación. No ingresan extraños a las urbanizaciones, pues los controles en las garitas de los guardias son exhaustivos y quien desee entrar necesariamente tiene que recibir una confirmación de alguien que resida dentro.
Al igual que Andrea, quienes viven en las Ciudades para Vivir, la preocupación por la seguridad, es mucho menor que para quienes viven en Guayaquil. Los vecinos disfrutan de un ambiente seguro y libre del caos vehicular.