Reciclar en comunidad
Todos sabemos que reciclar es bueno para el medio ambiente; reutilizar materiales reduce la cantidad de basura que producimos. Pero uno de los beneficios que las personas tienden a pasar por alto, es el impacto que los programas de reciclaje tienen sobre una comunidad y el beneficio económico que implica cuidar la naturaleza, y por […]
Todos sabemos que reciclar es bueno para el medio ambiente; reutilizar materiales reduce la cantidad de basura que producimos. Pero uno de los beneficios que las personas tienden a pasar por alto, es el impacto que los programas de reciclaje tienen sobre una comunidad y el beneficio económico que implica cuidar la naturaleza, y por supuesto, reciclar.
Facilitar los procesos de reciclaje, incentivará, sin duda, a que las familias se motiven a hacerlo. En La Joya, están comenzando a apropiarse de esta práctica que solo tiene recompensas.
En Quito, las mujeres del barrio El Camal al sur de la ciudad, descubrieron que en los deshechos hay dinero. Lo aprendieron gracias a una fundación que les enseñó emplear desde libros viejos y fundas plásticas, hasta alambres, para elaborar artesanías. En esta comunidad la basura es valiosa, y a través de grupos realizan en conjunto joyas, tarjetas de regalo y ropa que luego comercializan.
Cuando una comunidad invierte en una infraestructura de reciclaje sólida y confiable, más materiales serán reusados o convertidos en un nuevo producto. Así, se evitará que se acumulen en un botadero provocando severos daños ambientales, como la contaminación del suelo y la emisión de gases tóxicos como el metano. En varias urbanizaciones de La Joya, los ciudadanos han apostado por invertir en este tipo de contenedores para incentivar la recolección -por ahora- de botellas y material plástico.
En Perla, construyeron una estación que tiene la forma de un gran planeta Tierra, en el que día a día los residentes pueden depositar cualquier tipo de plástico. El contenedor está ubicado a un costado de la entrada principal a la urbanización, un lugar estratégico por el que todas las familias pasan todos los días.
En Zafiro hay dos estaciones de reciclaje. Los vecinos que desean deshacerse de las botellas o cualquier empaque plástico, lo pueden depositar en un gran botellón hecho de alambres. Algo similar ocurre en Brillante en donde tienen tres de esos mismos botellones, que están colocados en las áreas comunes de la urbanización. Estas urbanizaciones recaudan un promedio de 40 dólares al mes con el plástico que logran reunir. Con el dinero gestionan el pago de diferentes gastos administrativos. En Perla, por ejemplo, utilizan el dinero para pagar las cuotas mensuales de un televisor que adquirieron para el club de la urbanización.
Para que una comunidad adopte este tipo de prácticas, necesita observar y saber que este tipo de actividades son posibles. Zafiro, Perla, y Brillante sirven de ejemplo, y ya hay quienes quieren replicar lo mismo en otras urbanizaciones. En Platino reciclan desde la oficina de administración, y con la limpieza en las áreas comunes. Todos los plásticos que se recogen los lunes, luego de hacer la limpieza, van a una caja que tienen en la administración. Jacinto Mieles, presidente de Platino dice que tienen planeado adquirir algún tipo de contenedor como los que existen en Brillante o Zafiro para que los residentes también reciclen.
Tan solo en la ciudad de Guayaquil, a diario se producen tres mil toneladas de basura. Eso es igual a llenar unas trescientas cuarenta y cinco mil fundas grandes de basura, a diario. Una cifra espeluznante.
Una botella plástica se descompone en unos quinientos años, al reciclarlas, evitamos esa carga al planeta. Y además, contribuimos con la economía. Cada botella reciclada se la vende a un precio de dos centavos en el mercado nacional.La clasificación, preparación y traslado del material reciclado necesita más mano de obra que la incineración o el depósito a los vertederos de basura. Los materiales reciclables tienen que ser ordenados y procesados de acuerdo al tipo, mientras que la basura no reciclada no sufre ningún tipo de procesamiento especializado.
Con esfuerzos conjuntos, los vecinos construyen ciudades amigables con la naturaleza, en las que se reduce al mínimo la cantidad de deshechos, no solamente como una forma de aligerar la carga del planeta, sino también como una forma de generar ingresos económicos. La clave está en la voluntad y en la decisión de construir comunidades que se preocupan por crear entornos sostenibles, pues saben que así, garantizan un mejor futuro para sus hijos.