El amuleto de Ciudad Celeste - La Colmena

El amuleto de Ciudad Celeste

Mélida Toral dice que es como un imán: lugar que va, lugar que se llena de gente. Coincidencia o no, al poco tiempo de llegar a la primera Ciudad para Vivir, otras familias decidieron hacer de Ciudad Celeste el hogar para su familia. Con Mélida empezó todo. Ella llegó junto a su esposo Pedro Toral […]

Hoy Mélida, tiene 63 años y está retirada. Sus dos hijos, que aún viven con ellos, manejan la farmacia de su esposo.

Mélida Toral dice que es como un imán: lugar que va, lugar que se llena de gente. Coincidencia o no, al poco tiempo de llegar a la primera Ciudad para Vivir, otras familias decidieron hacer de Ciudad Celeste el hogar para su familia. Con Mélida empezó todo. Ella llegó junto a su esposo Pedro Toral y sus dos hijos, y fueron la primera familia en instalarse en lo que hoy es uno de los proyectos inmobiliarios de más rápido crecimiento. Hoy, luego de trece años de experimentar el crecimiento de una nueva ciudad, Mélida y su esposo están seguros que hicieron la mejor inversión de su vida.

A Pedro y Mélida siempre les agradó la idea de vivir alejados de la ciudad, del ruido, de la congestión vehicular, del desorden. Al poco tiempo de casarse dejaron Guayaquil y adquirieron una propiedad en una ciudadela en Durán. Era un lugar muy tranquilo, recuerda, pero también demasiado inhabitado. Les saquearon la casa más de una vez. No tenían quien la vigilara cuando ellos salían de viaje. No habían muchos vecinos de confianza, y los guardias eran poco eficientes. Por eso decidieron buscar un nuevo destino para su familia.

Mélida Toral llegó junto a su esposo Pedro Toral y sus dos hijos, y fueron la primera familia en instalarse en lo que hoy es uno de los proyectos inmobiliarios de más rápido crecimiento.

Siempre les atrajo la Vía a Samborondón, un sector lo suficientemente cercano a Guayaquil y con la tranquilidad y seguridad que ellos deseaban. Les fascinaba la idea de vivir en el Cortijo, pero estaba fuera de su alcance; los lotes eran demasiado grandes, de mil metros cuadrados en adelante. Pero en 2003, cerca de El Cortijo, en el km 9, nació Ciudad Celeste, con lotes de 200 a 300 m2, entonces decidieron vender su propiedad en Durán y se mudaron a una de las dos únicas casas que había en La Delfina, la primera urbanización de esta Ciudad para Vivir. La otra casa, que estaba al frente a la de Mélida, servía como modelo para los futuros residentes.

No recuerda cuánto tiempo su familia fue la única viviendo en La Delfina, pero dice que en un abrir y cerrar de ojos, la cuadra se pobló. En pocos años, la urbanización había sido ocupada por 63 familias. Mélida bromea diciendo que su presencia fue el amuleto de lo que es hoy el proyecto urbanístico de más rápido crecimiento.

Haber adquirido una casa en La Delfina fue una gran inversión, la compraron en $60,000.00, y hoy está avaluada en más del doble de lo que invirtieron. Saben que la plusvalía del sector solo va en aumento, por eso adquirieron otra casa, en Villa Club.

Entrar a la casa de Mélida Toral, es como ir a visitar a esa tía que siempre nos recibe con un plato de comida y que se desvive por atender a quien entra a su hogar. Su objetivo es que sus invitados se sientan como en casa. Por eso, hace cinco años hizo una ampliación en la planta baja, y construyó un cuarto de huéspedes con baño propio, equipo de sonido y cine en casa. Cada rincón de la casa de Mélida está cuidadosamente decorado, las paredes repletas de platos decorativos de sus viajes, tiene una esquina en donde ha hecho un altar con las vírgenes de distintos países. Luego de trece años, su casa luce como nueva.

Mélida y Pedro Terán llegaron a una edad madura a las Ciudades para Vivir. Hoy Mélida, tiene 63 años y está retirada. Sus dos hijos, que aún viven con ellos, manejan la farmacia de su esposo.

Haber adquirido una casa en La Delfina fue una gran inversión, la compraron en $60,000.00, y hoy está avaluada en más del doble de lo que invirtieron. Saben que la plusvalía del sector solo va en aumento, por eso adquirieron otra casa, en Villa Club, para alquilarla, y quizás, algún día, venderla. Además, su experiencia viviendo allí, motivó a tres sobrinos a trasladarse también a las Ciudades para Vivir.


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