Seguridad para crecer feliz
La casa funciona como una guarida; es ese lugar en donde uno se siente libre de peligro, ese espacio de libertad que compartimos con quienes más amamos. Allí, la seguridad es quizá el atributo más preciado; saber que nuestros hijos pueden crecer sin mayores riesgos y que nosotros podemos salir de viaje unos días, dejando nuestros bienes bien cuidados, es algo que nos da tranquilidad.
Guayaquil es una ciudad poco segura; en promedio, en un mes, se registran 183 robos a domicilio: 6 diarios, de acuerdo a la estadística de la Fiscalía General del Estado. El guayaquileño vive constantemente preocupado ante la posibilidad de un robo y apenas un 9% de la población se siente “muy segura” -de acuerdo a una encuesta realizada por CEDATOS-. Y eso no solo ocurre en Guayaquil, también en otras ciudades; de acuerdo al Latinobarómetro del 2013, la primera preocupación de los ecuatorianos es la inseguridad.
En ese contexto, resulta difícil disfrutar del entorno, y de todo lo que pasa más allá de las puertas de nuestra casa. Afortunadamente, en 2003 nació la primera de las cuatro ciudades en las que caminar por la noche no es un peligro.
En las Ciudades para Vivir, los niños pueden jugar tranquilos en las áreas comunales, o cruzar una calle sin mayor peligro, evidentemente teniendo la precaución de mirar a los lados.
Ciudad Celeste, Villa Club, La Joya y Villa del Rey son comunidades cohesionadas, que están construyendo verdaderas Ciudades para Vivir. Son proyectos, hoy realidades, que en conjunto cuentan con más de mil quinientas hectáreas urbanizadas, en donde la planificación se nota desde la entrada, que cuentan con amplias vías de acceso hacia las distintas urbanizaciones en donde viven alrededor de trece mil familias. Allí, se puede tener la certeza que las casas están construidas con los más altos estándares de calidad.
Ser objeto de un delito allí es poco probable porque cada urbanización cuenta con guardianía las 24 horas del día a cargo de la respectiva Asociación de Propietarios integrada por los propios residentes; guardianía que realiza rondas periódicas por las distintas manzanas de la urbanización. Además para entrar, las visitas deben ser anunciadas desde la garita y los guardianes deben recibir una autorización por parte de algún residente de la urbanización.
En las Ciudades para Vivir, los niños pueden jugar tranquilos en las áreas comunales, o cruzar una calle sin mayor peligro, evidentemente teniendo la precaución de mirar a los lados. Allí, las calles son poco transitadas y los vehículos que circulan para entrar o salir, tienen un límite de velocidad establecido.
Dentro de cada conjunto residencial, las personas están mucho más dispuestas a hacer ejercicio, pues las calles están aptas para caminar o trotar y no tienen la preocupación de que, al caer el sol, el peligro aumenta. Algunos se han organizado, y realizan ejercicio en grupo; bailoterapia en La Joya o fútbol infantil en Ciudad Celeste. Cada urbanización cuenta con canchas deportivas en las que se puede practicar futbol o basquetbol, y los vecinos se organizan entre sí para jugar campeonatos, lo que además fortalece la comunidad.
Es una dicha de vivir sin que la preocupación central de cada día sea la seguridad, y las familias de Ciudad Celeste, Villa Club, La Joya y Villa del Rey, tienen ese privilegio. En unos cuantos años, los hijos de las Ciudades para Vivir, serán parte de la primera generación que no creció en un ambiente donde todas las casas a su alrededor tenían rejas en puertas y ventanas, y que pudo disfrutar -como antaño- de una niñez al aire libre.