Aprender a respirar, un regalo para el cuerpo
La actividad más frecuente de nuestra vida, aquella que realizamos sin cesar desde que nacemos hasta que morimos es respirar. Respiramos aproximadamente dieciocho veces por minuto, 1080 veces por hora y 25,920 veces en el día, y ni siquiera somos conscientes de aquello. Sin embargo, muchos no lo hacemos correctamente. Maggy Murillo, ciudadana de Ciudad […]
La actividad más frecuente de nuestra vida, aquella que realizamos sin cesar desde que nacemos hasta que morimos es respirar. Respiramos aproximadamente dieciocho veces por minuto, 1080 veces por hora y 25,920 veces en el día, y ni siquiera somos conscientes de aquello.
Sin embargo, muchos no lo hacemos correctamente. Maggy Murillo, ciudadana de Ciudad Celeste, reconoció este común error hace más de diez años y hoy trabaja para que las personas podamos vivir mejor realizando algo tan simple como respirar.
Si tomamos un respiración profunda en este momento -y si somos como la mayoría de personas- vamos a notar que levantamos los hombros e inflamos el pecho como paloma en celo. Pero esa no es la forma correcta de respirar. Para hacerlo como es debido, tenemos que utilizar el diafragma, el músculo que está justo debajo de nuestros pulmones, cerca del ombligo.
Maggy Murillo de 48 años vive en La Serena, una urbanización de Ciudad Celeste. A lo largo de su vida su cuerpo ha estado en constante fortalecimiento, a ella le encanta practicar todo tipo de ejercicios, es triatleta. Descubrió el yoga a sus casi cuarenta años y entonces, fue consciente de cómo oxigenar su cuerpo utilizando el diafragma, ese músculo en forma de cúpula que abraza el estómago y sostiene los pulmones. A partir de ese aprendizaje, Maggy tiene más resistencia para correr o para practicar cualquier tipo de deporte.
Nuestros cuerpos están hechos para el movimiento. El lubricante que necesita es un deporte que trabaje todos los músculos.
Nuestros cuerpos están hechos para el movimiento. El lubricante que necesita es un deporte que trabaje todos los músculos. Así compensamos los tiempos que pasamos sentados inmóviles en un escritorio. El yoga logra – a través de estiramientos – extender todos los músculos hasta llegar a un punto de relajación. Estos movimientos solo son posibles si inhalamos usando el diafragma, de tal forma que los pulmones puedan almacenar más aire. Así el cuerpo logra la soltura que necesita para que nuestra cabeza toque la punta de los pies, por ejemplo. La relajación de los músculos ayuda a mejorar la circulación sanguínea, por ende, la calidad de vida.
Maggy se convirtió en instructora de yoga en 2014 y brinda clases en la pérgola de La Serena. Allí, alrededor de catorce mujeres, se reúnen todos los lunes, miércoles y viernes de nueve a diez de la mañana. En esa hora, realizan asanas, una serie de poses cuya meta es alcanzar la relajación a través de posturas que exigen al cuerpo estirarse por completo. Terminan la clase sentadas en posición de flor de loto, con las piernas entrecruzadas, tratando de conectar la mente con el cuerpo, llenándose de paz.
El costo de cada clase es de 3 dólares el curso está abierto para todos los vecinos que se animen a relajarse y ejercitarse a la vez puede intentar este ejercicio que no tiene ninguna restricción ni siquiera en edad – los alumnos tienen entre 30 y 70 años.
La respiración es vida, y al respirar bien, nuestra estadía en la tierra será larga, dice un proverbio sánscrito. Y durante una hora, bajo la Pérgola de La Serena, Maggy y sus alumnas lo comprueban.