Agua residual que se recicla: agua que no se desperdicia
En las Ciudades para Vivir se trata el cien por ciento de las aguas residuales, algo que contrasta con lo que sucede con muchas partes del país, donde se trata un porcentaje muy bajo. Por ejemplo en Quito, la capital, para entender la magnitud del problema: sus ríos reciben una enorme cantidad de agua residual —es decir, contaminada con desechos biológicos e incluso industriales. Son más de 300 kilómetros de quebradas y riachuelos contaminados: el equivalente a un viaje de ida y vuelta entre Guayaquil y Manta. La alcaldía quiteña planea construir nueve plantas de tratamiento de agua para servir a los más de dos millones de habitantes que hay en la ciudad. En La Joya, Villa Club y Ciudad Celeste tienen en cada una dos plantas para tratamiento de aguas residuales —en las dos últimas se planea construir una adicional— y en Villa del Rey hay una. Todas con la más alta tecnología para beneficiar a las 65 mil personas que viven en las Ciudades para Vivir.
La salud es un factor determinante para el bienestar ciudadano. Y el agua es —literalmente— el elemento vital para mantener esa calidad de vida. La empresa Codemet ha sido la encargada de implementar las plantas de tratamiento que sirven a Ciudad Celeste, Villa Club, La Joya, y Villa del Rey: al momento, un total de 15 mil familias. Las plantas de las Ciudades para Vivir son lugares ordenados y técnicamente cuidados. El agua entra de los sistemas de recolección de las urbanizaciones de los cuatro grandes proyectos urbanísticos e inicia un proceso biológico de aproximadamente un día. Pasa por diferentes filtros y piscinas hasta que todas las bacterias y contaminantes son eliminados, al punto que el agua es cristalina y está apta para regar las áreas verdes de las que disfrutan sus habitantes. Tal como están diseñadas actualmente dichas plantas el agua sólo se utiliza para riego y no para consumo humano.
Cuando el agua se trata, se puede volver a usar -para riego como se utiliza en las Ciudades Para Vivir e incluso para consumo humano con plantas más avanzadas, tal como sucede en muchos otros países-. Esto ayuda a mantener los costos de las alícuotas y, además, se aprovecha el agua, un recurso que se está volviendo escaso.
El diseño de las plantas es una creación ecuatoriana avalada en el extranjero. Codemet empezó sus operaciones en la década de 1980 en el sector acuicultor, pero 27 años después diversificó sus actividades hacia el tratamiento de aguas residuales en zonas urbanas y se extendió a países de toda América: México, Nicaragua, Honduras y Perú. El vicepresidente de Codemet, José Carlos Peré, asegura que una familia puede adaptar este sistema en su casa para lavar el auto o regar las plantas: esto bajaría considerablemente el consumo de agua potable, pues por minuto se gasta tres galones. Según estudios recientes, una persona puede consumir hasta 240 litros de agua al día si se cuenta todo lo que se emplea en bañarse, descargar los servicios higiénicos y la limpieza doméstica. Cuando el agua se trata, se puede volver a usar -para riego como se utiliza en las Ciudades Para Vivir e incluso para consumo humano con plantas más avanzadas, tal como sucede en muchos otros países-. Esto ayuda a mantener los costos de las alícuotas y, además, se aprovecha el agua, un recurso que se está volviendo escaso: según el Banco Mundial, para 2050 más de mil millones de personas vivirán en ciudades sin suficiente agua. Por eso es indispensable —ambiental y económicamente— transformar el agua que ya ha pasado por nuestro uso y reutilizarla.
Para lograr esa reutilización, descontaminarla es fundamental. Es una tarea a la que la humanidad se ha volcado hace años. Hace doscientos años, en Londres existió lo que se llamó El gran hedor: una pestilencia producida por la contaminación industrial del río Támesis. Durante siglos, la suciedad acumulada en el gran río londinense causó severas plagas. Para solucionarlo, la ciudad implementó un gran sistema de alcantarillado, al que le agregó un innovador sistema de tratamiento de aguas en el siglo veinte. Hoy, el Támesis está limpio, y es una vía de transporte de la ciudad, además de una atracción turística para las millones de personas que visitan la capital británica cada año. En Alemania, el tratamiento de aguas residuales comenzó hace más de cien años, un punto importante y una necesidad ante el crecimiento urbanístico que trajo consigo el proceso de industrialización que estaba dejando graves focos de contaminación en los ríos. En Estados Unidos fue igual: las plantas para tratar aguas residuales se fueron extendiendo por la nación. Por ejemplo, Detroit construyó su planta de tratamiento de aguas residuales en 1940: en los 70, aproximadamente el 90% de las aguas de Chicago habían sido procesadas. El tratamiento no era del todo eficiente como se creía, pero fue justamente a partir de los años 70 cuando las cabezas de las principales ciudades del mundo se comprometieron a trabajar en leyes e investigaciones para mantener en buen estado el medio ambiente. Los resultados fueron determinantes, y ahora se puede hablar de la reutilización de aguas en innovadores planes de irrigación, sin gastar ni un solo milímetro cúbico de agua potable, o de la transformación de ese líquido en energía sustentable, como ya lo está haciendo Holanda. Eso es poner la ciencia al servicio de todos. Eso es lo que hacen quienes diseñan y construyen las Ciudades Para Vivir.
Los costos de inversión en una planta de tratamiento han bajado considerablemente gracias a los avances tecnológicos, se ha podido reducir sustancialmente el número de personas que operan en las plantas, pues ahora se trabaja con un sistema de automático controlado por un solo empleado.
En el Ecuador, el problema del tratamiento de aguas residuales en las ciudades es un problema en el que las autoridades ambientales se han enfocado. La existencia de planta de tratamiento es indispensable para aumentar el nivel de vida; de lo contrario, los desperdicios terminan en ríos y quebradas. Los costos de inversión en una planta de tratamiento han bajado considerablemente gracias a los avances tecnológicos, se ha podido reducir sustancialmente el número de personas que operan en las plantas, pues ahora se trabaja con un sistema de automático controlado por un solo empleado. Peré señala que a través de este tratamiento se ahorra una gran cantidad de dinero, pues la inversión inicial se recupera en apenas siete años, algo impensable en el pasado..
La planificación de las Ciudades para Vivir evita tener que resolver problemas porque se anticipa a su posible existencia. Las plantas de altísima calidad tecnológica y, además, económicamente viables presentan una ventaja para los habitantes de Ciudad Celeste, Villa Club, La Joya, y Villa del Rey, pero también plantean una solución que puede servir —como ya está sirviendo— de ejemplo para cantones de todo el Ecuador. Es indispensable que el país entero trate sus aguas residuales, como se hace en los cuatro grandes proyectos urbanísticos ubicados al pie del Daule y del Babahoyo, ríos que los habitantes y desarrolladores de la Ciudades para Vivir sienten propios y —por eso— cuidan al no verter en ellos el agua que utiliza, sino que la reciclan, la vuelven a usar, y de nuevo, a reciclar.