El pan caliente de cada día en Ciudad Celeste
Caminar en frente de una panadería, en ese preciso momento en que el pan está a punto de salir del horno, puede cambiar un mal día a uno estupendo. El olor a pan recién horneado es uno de los olores más provocativos que existe; de inmediato evocamos la mantequilla derretida, la esponjosidad del pan fresco, […]
Caminar en frente de una panadería, en ese preciso momento en que el pan está a punto de salir del horno, puede cambiar un mal día a uno estupendo. El olor a pan recién horneado es uno de los olores más provocativos que existe; de inmediato evocamos la mantequilla derretida, la esponjosidad del pan fresco, el calor que aún guarda en su interior.
Aunque no podemos afirmarlo con certeza, probablemente con el pan, nació la cocina. Hay registros de que el hombre consume pan desde hace unos ocho mil años antes de Cristo, pues cuando nuestros antepasados eligieron la vida sedentaria y dedicarse a la agricultura tuvieron que descifrar qué hacer con tanto cereal que brotaba de la tierra. Tal vez— y así los sugieren algunos estudios— luego de haber sido molido y humedecido, el cereal acabara cerca de una fuente de calor, que provocara el involuntario nacimiento del alimento más consumido en el planeta.
Al entrar a Migajas, todo lo que está en su mostrador se ve apetitoso. No se sabe si optar por el pan de canela que brilla por el azúcar glaseada en el tope o por una factura que rebosa de manjar.
No solo por su sabor, si no por su significado sobre la mesa, el pan es imprescindible. Por eso, en un barrio, puede faltar todo, excepto una panadería. El pan es parte del desayuno, acompaña a la sopa en el almuerzo, se come con el café de la tarde y sirve hasta de cena. Y al ser tan necesario en la mesa familiar, lo evocamos como el símbolo de satisfacción, compañía, calidez, por lo que no hay nada más triste que comerse un pan tieso y frío. Y en Ciudad Celeste lo saben, porque en la panadería Migajas Bake Shop, el pan es del día.
Hace cuatro años Rocío Córdova abrió este negocio que cuenta con carta extensa de pan. Los hay todos; de dulce, de sal, grandes, pequeños y de molde. A las siete de la mañana sale la primera tanda de pan del horno, calientito y listo para comer; quienes trabajan temprano puedan recogerlo cuando van de salida. Lo mismo ocurre en las tardes, hacia las cinco, el aroma inunda los alrededores recordando que es hora de degustar las maravillas que surgen de la masa y las hábiles manos que la convierten en pan. La hora es perfecta además para elegir darse un gusto dulce: pan de canela, brioche o facturas.
Los panaderos son como los magos de la cocina. El polvo lo convierten en comida. De la mezcla de agua, harina y levadura resulta un placer que las dietas prohíben, pero que los buenos paladares, saben apreciar.
En Migajas, se hornea creatividad. Se cocina los panes como manda su receta original, pero se les agrega el toque de la casa. Es lo que han hecho con el famoso croissant que lo ofrecen en su versión original -con esa forma de media luna- pero también relleno de piña, guayaba o nutella.
Los panaderos son como los magos de la cocina. El polvo lo convierten en comida. De la mezcla de agua, harina y levadura resulta un placer que las dietas prohíben, pero que los buenos paladares, saben apreciar.
El croissant de Migajas es impecable. Aquí se lo hornea respetando su versión original que proviene de Austria. Antes de entrar al horno, lo dejan reposar mínimo dos días, solo así se adquiere la consistencia perfecta. Tiene una corteza crocante, un poco hojaldrada. Tras el primer mordisco, se siente la masa suave, con esa textura levemente mantequillosa, propia de un medialuna bien hecha. Si se elige uno de guayaba, se sentirá además el sabor dulce y apenas ácido. Es una combinación atrevida pero exitosa.
Al entrar a Migajas, todo lo que está en su mostrador se ve apetitoso. No se sabe si optar por el pan de canela que brilla por el azúcar glaseada en el tope o por una factura que rebosa de manjar. Tienen también panes rellenos con aquel chocolate al que nadie puede decirle que no: nutella. Hay además orejitas, pan mixto y panes rellenos de crema pastelera. Si a uno no le seduce mucho el dulce, pueden elegir de sal. Allí ofrecen mezclas con orégano y ajo, tocino con ciruelas pasas, focaccias y otros.
Para no aguantarse las ganas de llegar a casa y comerse el pan, en Migajas se puede desayunar in situ, con el pan que más nos guste. Además ofrecen bolones y tigrillos, pancakes y sánduches, para quienes quieran variar, aunque sin duda alguna el rey de la casa aquí es el pan.
Para más información pueden contactarse a los teléfonos 042087712 – 0987598832