Christel Álvaro, la tesorera de Luna
A sus 31 años, Christel Álvaro es la tesorera de la Asociación de Residentes de su urbanización, Luna, en Villa Club. Es, además, una de las participantes al concurso que Villa Club está realizando en el mes de marzo, para celebrar a las mujeres.
Christel se levanta todos los días a las siete de la mañana, y le toma alrededor de una hora preparar el desayuno de sus dos hijos y arreglarse para empezar su día. Tiene la fortuna de que la escuela de los niños le quede al paso, lo que facilita su ritmo de vida. Los deja todos los días, cuando sale de camino hacia su oficina, en el sur de Guayaquil. Allí, junto a su marido, trabaja hasta las cinco de la tarde, ofreciendo sistemas de redes informáticas.
La tesorera de Luna no estudió computación, ni mucho menos administración de empresas. Ella es Licenciada en Párvulos. Le encanta la educación inicial y en ese ámbito fue en el que inició su vida laboral. Recuerda con nostalgia aquellos días en que trabajaba en una pequeña escuela, pero afirma que hoy está contenta con lo que hace porque comparte sus labores con su esposo, de quien ha aprendido mucho. Cuando habla sobre su trabajo, parece una experta en sistemas, pues habla con fluidez sobre circuitos y cables de fibra óptica, productos que vende en su empresa.
La tesorera de Luna no estudió computación, ni mucho menos administración de empresas. Ella es Licenciada en Párvulos. Le encanta la educación inicial y en ese ámbito fue en el que inició su vida laboral.
Esa experiencia adquirida frente a la administración de su negocio, le facilita el trabajo como tesorera de su urbanización. Es ella quien ayuda a realizar el presupuesto anual —que se sostiene por las alícuotas de los residentes— para poder mantener en buen estado el sitio en el que vive y desarrollar proyectos que mejoren la vida en comunidad.
Christel y su familia no son residentes nuevos de Villa Club; hace más de cinco años, su esposo y ella compraron un terreno en Villa Club con la visión de construir su casa, sin embargo luego prefirieron venderla para adquirir una ya construida y hace dos años que ya vive en Luna. Lo que más le agrada es que los fines de semana, puede descansar plenamente de su extensa jornada laboral sin que le moleste el ruido del tráfico o del movimiento en las calles. Le gusta aprovechar las ventajas de vivir allí: sale a caminar, juega con sus hijos en las zonas infantiles del club social, se baña en la piscina… Disfruta su vida ahí y por eso contribuye para que otras familias también encuentren en Luna, el mejor hogar para sus hijos.