Vacaciones para aprender
Wendy Toledo se levantó una mañana con la sorpresa de que su hija Pamela, de siete años, le había preparado empanadas de queso. Esa día se dio cuenta de la gran inversión que fue haberla metido en el curso vacacional de Boreal, la urbanización de Villa Club en la que vive. Durante un mes Pamela aprendió —además de cocina— baile, natación, y deportes varios en el club de Boreal, a tres calles de su casa. El martes 15 de marzo, los padres de los chicos del curso asistieron a la clausura del primer mes de vacaciones, y allí pudieron ver todo lo que sus hijos habían aprendido durante las últimas semanas.
Sandra Valencia, secretaria de la Asociación de Residentes, fue quien tuvo la iniciativa de abrir este año un vacacional en el club de la urbanización. Sandrita, como todos sus vecinos la llaman, quiso hacer una casa abierta para que los padres se involucren y sepan cuáles son las actividades que realizan sus hijos durante el curso.
El martes 15 de marzo, los padres de los chicos del curso asistieron a la clausura del primer mes de vacaciones, y allí pudieron ver todo lo que sus hijos habían aprendido durante las últimas semanas.
El evento inició con el grupo de los más chiquitos. Los niños de seis a ocho años se sentaron en una mesa en el centro del salón de eventos del club. Allí frotaban sus manos con coco rallado y leche condensada para hacer bolitas de cocada. Era la demostración de la clase de cocina, en la que aprendieron a hacer empanadas, cupcakes, patacones entre otros. Una vez terminadas las bolitas de cocada, se las ofrecieron a sus invitados.
Sandrita les explicó a los padres de familia cuán importante es que los niños se involucren en las tareas del hogar desde temprana edad. Así les inculcan a los hijos a tener responsabilidades y participación real en los quehaceres domésticos. Por eso consideró interesante la clase de cocina, pues no solo prepararon alimentos, sino que también se encargaron de lavar todos los utensilios que habían usado y dejaron perfectamente ordenada la estación de cocina.
Maritza Pérez inscribió a su hija de nueve años en el vacacional. El día de la clausura, ella y sus vecinas comentaban cuan satisfechas estaban con la iniciativa de la directiva. El curso era completo, incluyó clases de cocina, manualidades, baile, y deportes como natación, fútbol, básquet y karate. El momento que más disfrutó Maritza fue cuando su hija se presentó en una coreografía, junto a con sus amigas de la urbanización, frente a todo el público.
La clausura del vacacional de Boreal fue un evento familiar, que sirvió para unir a la comunidad, fundamental en la construcción de las Ciudades para Vivir.