Vivir con veredas limpias - La Colmena

Vivir con veredas limpias

Ely López se mudó hace tres años a Platino de La Joya, y uno de sus más grandes alivios fue gozar de un vecindario con calles limpias. Ella recuerda que en su antigua casa —en el sur de Guayaquil— entraba permanentemente un olor a basura por su ventana; algunos de sus vecinos tenían la mala […]

Ely López se mudó hace tres años a Platino de La Joya, y uno de sus más grandes alivios fue gozar de un vecindario con calles limpias. Ella recuerda que en su antigua casa —en el sur de Guayaquil— entraba permanentemente un olor a basura por su ventana; algunos de sus vecinos tenían la mala costumbre de apilar las fundas de basura en el poste de la esquina de su cuadra. Es una imagen desagradable que ella detesta recordar. En ese aspecto dice Ely, las Ciudades para Vivir no se parecen en nada a Guayaquil. Aquí, además de respirar un aire fresco, las veredas de su cuadra siempre están pulcras.

De acuerdo al Consorcio Puerto Limpio, la empresa que maneja los carros recolectores de basura en Guayaquil, en esta ciudad se recoge un promedio de cuatro mil toneladas de basura por día —el equivalente a cuatro millones de fundas de un kilo de arroz—. En algunos barrios de Guayaquil, es común que los moradores apilen la basura de casa en una esquina de la cuadra del barrio. Así, los desechos se acumulan a la intemperie hasta que el carro pase y los recoja, pero mientras eso ocurre, el contenido de las fundas se derrama, los perros callejeros las rompen, y los líquidos nauseabundos quedan impregnados en el sector, causando malestares al vecindario.

De acuerdo al Consorcio Puerto Limpio, la empresa que maneja los carros recolectores de basura en Guayaquil, en esta ciudad se recoge un promedio de cuatro mil toneladas de basura por día.

Para Ely esta imagen era un dolor de cabeza. Tiene hijos pequeños y cuando salía a dar una vuelta por su antiguo vecindario evitaba cruzar por donde estaba la basura porque siempre había moscas y apestaba. Además corría el riesgo de que su hijo —de tres años en ese entonces— se le ocurriera querer jugar cerca de las fundas de basura. No solo daba un mal aspecto, sino que también ponía en riesgo su salud y la de su familia, pues los montones de basura significaban un foco infeccioso de enfermedades para el entorno.

Cuando llegó a las Ciudades para Vivir esa preocupación terminó. Habitar en alguno de estos proyectos urbanísticos significa también cumplir ciertas normas que resguardan la buena convivencia. Por eso cada nuevo vecino firma el reglamento con el que se compromete a acatar las normas del Manual de Convivencia. Una de ellas es que la basura debe ser sacada en fundas plásticas y colocadas dentro de tachos grandes con tapa, y no en fundas expuestas al aire libre. Además los tachos solamente deben sacarse a las aceras los días que pase el recolector; el resto de la semana, deben permanecer al interior de las viviendas.

Los horarios de la recolección de basura en los cuatro proyectos son los siguientes:

Ciudad Celeste: Lunes, Miércoles y Viernes de 6h30 a 11h00 para La Delfina, La Marina, La Coralia, La Brisa y La Cristalina; y Martes, Jueves y Sábados en el mismo horario para La Dorada, La Península, La Ría y La Estela

 Villa Club: Lunes, Miércoles y Viernes de 08h00 a 14h00

 La Joya: Martes, Jueves y Sábado de 08h00 a 14h00

Villa del Rey: Martes, Jueves y Sábado a partir de las 08h00

En el caso de Ciudad Celeste es el Municipio de Sanborondón quien brinda ese servicio, mientras que para Villa Club, La Joya y Villa del Rey, es el Municipio de Daule.

Gracias a este tipo de normas se logra moldear una cultura de responsabilidad y respeto, en la que los ciudadanos adoptan mejores hábitos de limpieza y orden. Esta es una práctica consolidada en los cuatro proyectos, que deja en el pasado el mal hábito —aún muy común en ciertos barrios de Guayaquil— de dejar la basura expuesta en la calle. Aquí, cuando llega un nuevo residente, se acopla enseguida, pues no solo conoce inmediatamente las reglas, sino que también las ve traducidas en la práctica cotidiana, pues todos los vecinos están comprometidos a cumplirlas, porque saben que de eso depende que su comunidad viva mejor.


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