Una vida llena de ideas
Eloy Muñoz tiene 70 años y se acaba de jubilar. Se enfrenta a una rutina desconocida y vacía, al frío de Valladolid, a los males en su salud, a la ausencia de su mujer y su hijo muertos. “De joven soñó con la jubilación y ahora, de jubilado, soñaba con la juventud. El tiempo le sobraba por todas partes como unas ropas demasiado holgadas”, dice Miguel Delibes, el autor de La Hoja Roja, que narra la historia de este personaje imaginario que bien podría ser la de cualquier jubilado en cualquier rincón del mundo, incluido Ecuador.
Cuando termina nuestra rutina como la conocemos —con un horario de trabajo, unos compañeros, unas actividades determinadas y unas funciones sociales específicas— nos enfrentamos al vacío de un futuro incierto, en el que la idea de la muerte no parece tan lejana. Le pasa a Eloy. Les pasa a muchos de su edad. Hasta que descubren que la vida tiene varias aristas, varios ángulos, varias perspectivas para ser descubiertas. En Ciudad Celeste lo saben y lo ponen en práctica en el Club de Adultos Mayores de La Brisa, un espacio en el que los jubilados comparten una nueva forma de vivir.
Cuando termina nuestra rutina como la conocemos —con un horario de trabajo, unos compañeros, unas actividades determinadas y unas funciones sociales específicas— nos enfrentamos al vacío de un futuro incierto, en el que la idea de la muerte no parece tan lejana.
La idea se le ocurrió a Nancy Yánez, quizás al sentir su propia necesidad de darle un sentido a su nuevo horario, vacío de las obligaciones que tuvo durante tantos años. Nancy, residente desde hace cinco años en La Brisa, nació en Portoviejo en 1949, pero desde los cinco años vive en Guayaquil. Siempre fue extrovertida y amiguera. Recuerda que vivía en el sur de la ciudad y que invitaba a sus vecinos a jugar en su casa. Además soñaba con ser profesora.
El camino que terminó recorriendo la llevó a cumplir su sueño de enseñar. Primero, se graduó de Secretaria Ejecutiva y se involucró en el mundo de la publicidad. En la agencia trabajó en el área de diseño y serigrafía. Tal era su curiosidad, que en varias ocasiones se quedaba hasta después de su horario de trabajo para observar cómo se producían los diseños en las máquinas de serigrafía. Además sirvió de modelo para las prendas de ropa de una gran cadena, cliente de la agencia.
En 2013, a los 64 años, Nancy se jubiló. Su vida, tal como la conoció durante tantos años, cambió de golpe. La rutina empezó a ser otra, demasiado lenta para quien siempre estuvo acostumbrada al ritmo acelerado del trabajo. Pero justamente eso la motivó a reinventarse.
Nancy nunca dejó de trabajar. Era activa y retomó sus estudios en Educación hasta que logró graduarse. Entonces dividió su tiempo entre la escuela fiscal nocturna en la que daba clases y su trabajo publicitario durante el día.
En 2013, a los 64 años, se jubiló. Su vida, tal como la conoció durante tantos años, cambió de golpe. La rutina empezó a ser otra, demasiado lenta para quien siempre estuvo acostumbrada al ritmo acelerado del trabajo. Pero justamente eso la motivó a reinventarse. Junto a su esposo, Rodolfo Baquerizo Morla, decidieron mudarse a La Brisa, para estar más cerca de su hijo Rodolfo, de 36 años.
Su espíritu amiguero y su hábito de estar en actividad permanente, la llevó a crear un club para personas mayores en La Brisa, donde de alguna manera pone en práctica todo lo que aprendió en sus años de vida laboral; no para de crear espacios para desarrollar actividades como pintura sobre botellas de vidrio y tela, serigrafía, además de organizar salidas a conciertos y eventos culturales. El club ─que se reúne todos los días martes y jueves─ comenzó luego que Nancy notara que la mayoría de personas mayores o jubilados no salían mucho de sus casas o no se conocían entre sí. Hoy, son más de 15 miembros del grupo que cada día van formando fuertes lazos de amistad y cariño.
Su espíritu amiguero y su hábito de estar en actividad permanente, llevó a Nancy a crear un club para personas mayores en La Brisa, donde de alguna manera pone en práctica todo lo que aprendió en sus años de vida laboral.
Gloria Sevilla de 80 años, es una de las asiduas asistentes a las reuniones. Entró al club hace seis meses y trata de no perderse un solo encuentro. Además ha hecho nuevas amigas, con las que sale a caminar con frecuencia en la urbanización o va a nadar en la piscina de la sede social; ese ejercicio es importante para ella y lo practica por lo menos una vez a la semana.
Ahora, con más tiempo que antes, Nancy pasa sus días leyendo y a veces, cuando la inspiración se pone de su lado, incluso escribe poesía. Para el Día de la Madre, le propuso a la presidenta de La Brisa repartir a las homenajeadas de la urbanización, un carta envuelta en un sobre que llevaba un listón rojo y una rosa. Dentro de la carta se encontraba un acróstico escrito por ella, en el que expresaba la fortaleza y el orgullo de ser madre. Estos presentes fueron entregados de puerta en puerta, demostrando que Nancy sigue siendo la niña extrovertida que se lleva con todos los niños del vecindario y quiere hacer de su barrio, una segunda familia.
Las Ciudades para Vivir son un buen lugar para quienes se jubilaron, pues iniciativas como las de Nancy hacen que la vida se desarrolle en comunidad, y que personas que en otras circunstancias podrían estar aisladas, compartan y disfruten de actividades y ritmos de vida similares.