La familia de Omayra creció en Villa del Rey - La Colmena

La familia de Omayra creció en Villa del Rey

A sus 30 años Omayra, recién casada, tenía dos opciones: comprar un vehículo o comprar una casa. Con los ahorros que tenían ella y su esposo, Francisco Vargas, pensaron que lo mejor, sería invertir en una vivienda propia.

El hijo de Omayra, que era apenas un bebé cuando llegó a Villa del Rey, ya tiene cinco años.

Cuando Omayra Peñaherrera llegó a Villa del Rey, cargaba en brazos a Leo, su primer hijo, que entonces, tenía apenas cinco meses de nacido.

Era 2012, y recuerda que su casa fue la tercera construida en Rey Arturo, la urbanización que hoy habita. Con la llegada de su bebé, sabía que la posibilidad de que su casa pudiera agrandarse, solo le traería beneficios, para ella y su creciente familia. Hace tres años, su hogar era de una sola planta. Hoy ya es el doble de lo que era al inicio: dos plantas y cuatro cuartos.

En Villa del Rey han pensado en todo; por eso ofrecen modelos de vivienda que van creciendo al ritmo de tu familia: el  tipo de construcción arquitectónica maleable permite que las familias puedan hacer ampliaciones con facilidad hacia una segunda planta. Esta es una ventaja que Omayra supo aprovechar, y por eso cuando le enseñaron todos los modelos disponibles, se decidió por Castillo 2, una casa cómoda de una planta y dos dormitorios, el espacio adecuado para su pequeña familia.

Hace tres años, el hogar era de Omayra era de una sola planta. Hoy ya es el doble de lo que era al inicio: dos plantas y cuatro cuartos.

A sus 30 años Omayra, recién casada, tenía dos opciones: comprar un vehículo o comprar una casa. Con los ahorros que tenían ella y su esposo, Francisco Vargas,  pensaron que lo mejor, sería invertir en una vivienda propia. Un buen amigo les contó acerca de Villa del Rey y empezó a enviarle imágenes sobre el proyecto. Decidieron conocerlo y quedaron encantados con todo lo que ofrecía. En ese entonces el sueño de construir esta Ciudad para Vivir apenas comenzaba, y a ellos, todavía les parecía un lugar muy lejano. Felizmente, más pudo la idea de tener una casa soñada, pues hoy, luego de cuatro años de vida allí, se han dado cuenta que ya nada está lejos: su hijo estudia en el colegio Torremolinos, que queda a cinco minutos, y hay centros y plazas comerciales que ofrecen de todo, a pocos minutos de su hogar.

Al igual que la mayoría de las familias que habitan Villa del Rey, en particular —y en las Ciudades para Vivir, en general— el matrimonio Vargas Peñaherrera es joven —están en el rango de 27 a 45 años—. Estas familias jóvenes eligen estos proyectos urbanísticos porque buscan oportunidades para su desarrollo a futuro. A los dos años de  haberse mudado a Rey Arturo, ellos decidieron que era el momento de agrandar su casa. Si bien no han tenido más hijos, no lo descartan para el futuro, y por eso levantaron un segundo piso, en el que agregaron una habitación más; ahora hay dos habitaciones arriba y una abajo. Además en el segundo piso, adecuaron un balcón desde el que se puede ver hasta el parque de la cuadra. Aunque la tercera habitación —ya disponible— no alberga un segundo hijo, sí ha permitido dar más comodidad a la familia, pues la utiliza la mamá de Omayra, quien cuida a Leo durante el día y duerme allí de lunes a viernes. Omayra y su esposo están tranquilos porque saben que si su familia sigue creciendo, la casa también tiene esa posibilidad: en caso de que lo deseen, aún les queda espacio para ampliar su vivienda en la zona del patio posterior.

Para Omaira, este es el mejor entorno para criar a su hijo; a media cuadra de su casa hay un parque, la puerta de entrada a su hogar permanece abierta, y ella permite que su Leo salga porque sabe que es un ambiente seguro, y que no hay peligro alrededor.

El hijo de Omayra, que era apenas un bebé cuando llegó a Villa del Rey, ya tiene cinco años. Fue en esta Ciudad para Vivir en donde aprendió a gatear, caminar, correr, caer, levantarse y volver a ponerse en pie. Para ella, este es el mejor entorno para criar a su hijo; a media cuadra de su casa hay un parque, la puerta de entrada a su hogar permanece abierta, y Omayra permite que su hijo salga porque sabe que es un ambiente seguro, y que no hay peligro alrededor.

Leo además ha crecido con los niños que viven en las calles aledañas, muchos de ellos son también compañeros de clase. Son amigos, crecen juntos y disfrutan, como privilegiados, de la vida en una comunidad cercana y feliz.

 


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