Trabajar y vivir en Ciudad Celeste
Pamela Olaya siempre ha sido el tipo de trabajadora apasionada por lo que hace. Desde su cargo de asesora comercial en Ciudad Celeste ─que ejerce desde que entró a la empresa en 2005 y mantiene hasta el día de hoy─, es la encargada de guiar a los clientes durante todo el proceso que deben seguir para adquirir una vivienda en esta Ciudad para Vivir.
El principio es siempre una conversación. Los clientes quieren saber sobre modelos de villas, precios y tiempos de entrega. A veces, incluso con la casa entregada, Pamela continuaba recibiendo llamadas y respondiendo las inquietudes comunes de los nuevos propietarios.
Durante el tiempo que ha trabajado como asesora comercial para las familias que sueñan con un hogar, ha podido ver las ventajas de vivir en Ciudad Celeste. Pronto, empezó a imaginar su propia casa en esa Ciudad para Vivir. En 2010 concretó esa idea que le había rondado por varios meses y compró una villa en La Ría.
Durante el tiempo que ha trabajado como asesora comercial para las familias que sueñan con un hogar, Pamela Olaya ha podido ver las ventajas de vivir en Ciudad Celeste y eso la hizo desear comprar su casa allí.
Pamela viene de una familia numerosa, son diez hermanos y ella es la cuarta. Su infancia, la pasó en un barrio del sur de Guayaquil, entre juegos y risas. Quizás el contacto con tanto niño le hizo imaginar que sería parvularia, pero la vida la llevó por otro camino. Estudió ingeniera comercial y pronto se dedicó a las ventas. Sin siquiera saberlo, descubrió que allí tenía una habilidad. Una de sus mayores fortalezas es la capacidad de ponerse en los zapatos del comprador: ser empática. Sabe que para que alguien tome la decisión de adquirir una casa, ella tiene que crear una atmósfera de confianza; entender que aunque es una decisión financiera, también involucra emociones y sueños.
El poder conocer a fondo las ventajas del proyecto que vende, le hizo desear vivir allí, y al ser cliente, supo lo que significa estar del otro lado: ya no era la vendedora, era la madre de familia, inquieta y esperanzada, enfrentando una de las mayores decisiones de la vida: adquirir una vivienda. “El mismo miedo y la misma ansiedad que tienen los clientes, la sentí cuando compré mi casa. Pero al igual que ellos, yo también estaba llena de esperanza por cumplir mi sueño de vivir aquí”, cuenta.
Ahora, ya son seis años que vive en Ciudad Celeste, junto a su esposo, su hija —de 23 años—, y su hijo —de 14—. Para su familia, mudarse allí también representó un cambio de ambiente que llegó con los beneficios que Pamela ya conocía a fondo: la seguridad y la tranquilidad de la vida en comunidad. Esos dos factores la convencieron de dar el gran paso. Cuando su hijo llega del colegio, se junta con su grupo de amigos de la urbanización para jugar fútbol, mientras su hija universitaria sale todas las mañanas a tomar el bus, sin la preocupación de que esté expuesta a la delincuencia.
Ahora, ya son seis años que Pamela vive en Ciudad Celeste, junto a su esposo e hijos y siente a diario los beneficios de ser parte de una Ciudad para Vivir.
Cuando se dirige al trabajo, Pamela suele encontrarse con muchos vecinos que inicialmente fueron sus clientes. Ella, que nunca olvida un rostro, los saluda con una sonrisa. Le agrada cruzarse con ellos, y siente que desde que fue cliente de ese mismo proyecto, se ha vuelto más empática con quienes la buscan para adquirir una vivienda. Es inevitable que se ponga en sus zapatos, por eso cuando conversa con los posibles interesados en comprar una casa, ella les asegura desde su experiencia propia, que es la mejor decisión que pueden tomar.
Por las noches Pamela se reúne con su familia para cenar y se siente tranquila de saber que está en un sitio seguro, amigable, alegre, y se siente satisfecha de que eso mismo es lo que ofrece a sus clientes. Sabe que las casas que vende son lo mejor que hay en el mercado y eso le impulsa a ser una trabajadora convencida de lo que hace.
“Aquí tengo un lindo ambiente —dice Pamela, como si fuera su primer día en Ciudad Celeste— me acuesto escuchando el sonido del viento y me levanto con los pajaritos cantando”, dice, sonriente.
Para ella, esta decisión de mudarse fue acertada: Ciudad Celeste es el mejor de los hogares que pudo desear.