Rescatar plantas como una forma de vida
Cuidar de una planta es un proceso que lleva tiempo y dedicación. Controlar la cantidad de agua, la ubicación que tiene con respecto al sol o el tipo de suelo, son algunas consideraciones a tener en cuenta para que el proceso de crecimiento de una planta sea normal, como ya lo contamos en un texto anterior. Sin embargo, las personas que siembran por primera vez, pueden tener problemas por su falta de experiencia. Es lo que ocurrió con algunos residentes de Aura, en Villa Club, que tuvieron algunos tropezones antes de encontrarse con la persona que salvaría a sus queridas plantas. Ella es Gladys Lozada, de 62 años, residente de Aura desde el 2006, en cuyo patio delantero crece un gran jardín que es la envidia de sus vecinos, y que además se está convirtiendo en un santuario para las plantas y la vida.
El concepto de santuario o refugio de animales, comenzó a utilizarse a mitad del siglo XX para referirse a zonas o instalaciones naturales donde se lleva a animales rescatados o abandonados por sus antiguos dueños. El jardín de Gladys es algo así como un sitio de rescate de plantas.
Gladys Lozada, hizo de su patio delantero un creciente jardín, que es la envidia de sus vecinos, y que además se está convirtiendo en un santuario para las plantas y la vida.
Sin ser una experta en botánica, Gladys se ha convertido en un referente. Inició cuando uno de sus vecinos acudió a ella para pedirle que salve un pequeño pino que estaba muriendo en su patio trasero. Como si de una consulta médica se tratara, ella notó que el pino estaba sembrado muy cerca de una pared, provocando así que éste no recibiera suficiente sol. Había dificultad también para que el agua penetrara hasta sus raíces. La solución fue trasplantar el pino y llevarlo al jardín de Gladys, donde hoy crece sin problemas. Este fue su primer paciente, y quizás uno de los más difíciles, pues para que se recuperara tuvo que armarse de paciencia y consentirlo mucho, conversando con él e incluso dándole abrazos —una práctica que puede resultar extraña pero que en las últimas décadas se ha hecho muy común y con resultados satisfactorios, según varios estudios—.
La casa de Gladys Lozada, está ubicada en la esquina de una manzana; su patio es más grande que el del resto de viviendas, lo que le permite tener espacio suficiente para que su pequeño bosque florezca. En su jardín —de casi doscientos metros cuadrados—, hay tantas especies de plantas que ni ella misma recuerda todas, pero cada una guarda una historia diferente; tiene un árbol de limón de 13 años, a ese lo trajo desde su antigua casa en La Pradera. También está su árbol de mango de seis años, que fue un regalo de su hijo y ya ha dado frutos varias veces o el pequeño acacia, que llegó cuando solo era tronco, pero que a fuerza de cuidados y paciencia, ha florecido en el verde paisaje de su jardín. Pero la favorita de Gladys es —sin duda alguna— su planta Centavito; un especie de enredadera que se cree es de buena suerte y fue un regalo de parte de una entrañable amiga. Abundan además los olivos, lazos de amor, matas de verde, yerbabuena, albahaca, orégano, pechiche, guanabana, grosella china, naranja, entre otros.
En el jardín de Gladys —de casi doscientos metros cuadrados—, hay tantas especies de plantas que ni ella misma recuerda todas, pero cada una guarda una historia diferente
Autodidacta al cien por ciento, a Gladys desde pequeña le gustó sembrar plantas. Ella sí cuida sus plantas como lo haría George Harrison, uno de los Beatles. Y aunque todos recordamos aquella tarea escolar que implicaba sembrar una semilla dentro de un vaso plástico y verla germinar, para esta entusiasta jardinera, la tarea la impresionó tanto que se ha entregado al cuidado de las plantas como más que un hobby, como una forma de vida. Con emoción comenta que les echa agua a diario, y les entrega tanto cariño y concentración, que a veces se tarda dos horas o más en su jardín. Ha habido ocasiones en que sin darse cuenta, ha pasado la medianoche, y ella ni se ha fijado por estar cuidándolas.
Lugares como las Ciudades para Vivir, sacan lo mejor de nosotros. Gladys ha generado una conexión inigualable con sus plantas. Al cuidarlas, ella siente que recibe y siembra vida en un solo acto. Ha descubierto que el cuidado de un ser vivo es capaz de tener grandes repercusiones en una comunidad: puede cambiar su forma de apreciar el mundo, de entender la naturaleza, de concebir la vida. Y por eso quiere prolongar su labor y contagiar a sus vecinos con hábitos como el de ella. Junto a la directiva de Aura está planificando inaugurar un vivero; la idea es que los vecinos aprendan a valorar una planta más allá de su sentido estético, y la consideren también como un generador de vida o de alimento, pues se pueden sembrar frutas, verduras y especies que se sirvan a la mesa, con la garantía de que no hay químicos ni elementos dañinos para la salud. La plantación y cosecha en grupo fomenta además los lazos de la comunidad y genera satisfacciones de todo tipo.
Junto a la directiva de Aura, Gladys está planificando inaugurar un vivero; la idea es que los vecinos aprendan a valorar una planta más allá de su sentido estético, y la consideren también como un generador de vida o de alimento.
Vivir en armonía es también cuidar de lo que nos rodea y valorar la importancia de las acciones en comunidad. Gladys se ha convertido en una inspiración para sus vecinos, pues con sus acciones transmite valores fundamentales de las Ciudades para Vivir: el respeto a la vida y el aporte a la comunidad.