La importancia de caminar por Villa del Rey
Hoy, organismos internacionales como la ONU, recomiendan a las ciudades del mundo practicar políticas que favorezcan la movilidad libre y segura de peatones. A pocos kilómetros de Guayaquil, en Villa del Rey, la gente camina.
El hombre tiene unos tres mil años de historia urbana. Desde los tiempos de las antiguas ciudades egipcias, hasta inicios del siglo pasado solo tuvimos dos tipos de transporte: nuestros pies y los animales de carga. Aunque se inventó a finales del siglo diecinueve, recién hace sesenta años el automóvil tomó fuerza y desplazó a nuestras piernas y bicicletas casi por completo. Lo que comenzó como un invento para hacer más cómoda nuestra vida, ha terminado por traernos complicaciones. Hoy, organismos internacionales como la ONU, recomiendan a las ciudades del mundo practicar políticas que favorezcan la movilidad libre y segura de peatones. A pocos kilómetros de Guayaquil, en Villa del Rey, la gente camina.
Pamela Cañar vive en Rey Carlos desde hace dos años. “Cuando llegué me parecía que todo estaba muy lejos, hasta para llegar desde la garita a mi casa me parecía eterno” dice Pamela mientras camina por la vía principal de Villa del Rey “nunca me imaginé que iría caminando hasta Plaza Tía”. Llegar a Villa del Rey ha hecho que Pamela descubra que no necesita de un carro para recorrer kilómetros. Plaza Tía está a uno de Villa del Rey. Es un recorrido frecuente para quienes viven en esta Ciudad para Vivir (allí las personas pueden comprar medicinas o pan para el desayuno). Ir y regresar toma una media hora. Una distancia que científicos recomiendan para prevenir morir a temprana edad y salir del sedentarismo. En un país donde dos de cada tres adultos sufre de obesidad, caminar debería no solo ser la primera opción para movilizarse, sino parte esencial del cuidado de nuestra salud.
Caminar por la vía principal de Villa del Rey es como emprender un sendero en algún parque: un solo camino, sin viradas pronunciadas ni callejones, pero sí con mucha naturaleza alrededor.
Los guayaquileños no son particularmente caminadores. Es una ciudad bastante hostil para los peatones: las veredas no son lo suficientemente anchas, el irrespeto a normas de tránsito es frecuente, las calles están vacías en horarios nocturnos, entre muchos otros factores. Villa del Rey es un conglomerado de urbanizaciones privadas que están atravesadas por una vía principal. Al estar situado en un lugar poblado de cerros, el camino no es recto sino lleno de curvas, subidas y bajadas. Caminar por la vía principal es como emprender un sendero en algún parque: un solo camino, sin viradas pronunciadas ni callejones, pero sí con mucha naturaleza alrededor. De acuerdo a los mapas de Light Pollution es un buen lugar para observar estrellas —la contaminación lumínica es bastante menor que las ciudades cercanas. No solo el camino es conveniente, sino que además resulta placentero.
Una ciudad con calles vacías es potencialmente más peligrosa. Si la gente tiene las condiciones adecuadas para movilizarse a pie, automáticamente impacta al nivel de vigilancia de los alrededores: hay más ojos que se preocupan en el entorno. La ONU, en su reporte sobre Seguridad Ciudadana, asegura que las comunidades menos peligrosas son las que activamente se apoderan de los espacios públicos de su vecindario: caminar es una forma de hacerlo. En Villa del Rey sus residentes han hecho de las calles un lugar idóneo para pasar su tiempo libre: desde pasear a los perros, recorrer los cerros, o bajar a comer un dulce y tomar café en Plaza Tía. A diferencia de la mayoría de barrios guayaquileños, aquí la gente no se priva de salir durante las noches, por el contrario: es uno de los momentos en que más movimiento hay.
A diferencia de la mayoría de barrios guayaquileños, aquí la gente no se priva de salir durante las noches, por el contrario: es uno de los momentos en que más movimiento hay.
A pie ejercitamos no solo piernas y pulmones, también ponemos a trabajar otro músculo mucho más poderoso: el cerebro. En la Grecia antigua, los filósofos peripatéticos daban sus enseñanzas mientras caminaban —el movimiento hacía que aumente la cantidad de oxígeno que llega al cerebro, y así fluyen mejor las ideas. El periodista estadounidense Ferris Jabr explica por qué caminar le hace tanto bien a nuestra mente: “Muchos experimentos han demostrado después o durante el ejercicio, aún a ritmos bajos” —escribió en la revista The New Yorker— “la gente tiene mejores resultados en pruebas de memoria y atención”. Caminar con regularidad, dice Jabr, genera nuevas conexiones cerebrales, ayuda a regenerar el tejido cerebral que se daña con la edad, incrementa el volumen del hipocampo (una región cerebral crucial para la memoria” y eleva los niveles de las moléculas que estimulan el crecimiento de nuevos neuronas. Por eso grandes pensadores y genios artísticos caminaban como parte de sus procesos creativos. David Bowie hacía largos recorridos por New York, donde con unas gafas y sombrero, pasaba desapercibido. Así ideó su último disco, Black Star, considerado una joya musical, lanzado después de su muerte. El escritor español César Antonio Molina escribió alguna vez: “Caminar hacia cualquier lugar, escépticos o con fe; hacia cualquier meta, sagrada, laica o pagana. Caminar para calmarnos de la vida”. En la caminata hay momentos de reflexión mientras vamos de una lado a otro, mientras recorremos, por ejemplo, una Ciudad para Vivir.
Caminar no es solo un excelente ejercicio físico y mental, es una forma de conocer a profundidad una ciudad y un ejercicio de pensamiento. Recorrer a pie una ciudad nunca será lo mismo que conocerla a través de la ventana de un carro. Caminar nos otorga mayor libertad y una conexión más íntima con el sitio en donde vivimos. La vía principal de Villa del Rey no solo sirve para entrelazar a las urbanizaciones. Por estar ubicada en un cerro, hay múltiples sitios donde se puede disfrutar de una vista panorámica. Es cuestión de aventurarse y explorar caminando y disfrutar de la libertad de poder usar nuestro propio cuerpo como medio de transporte.