El regreso de Nelly al recuerdo de su adolescencia
Nelly llegó a Brillante de La Joya hace un par de años, desde el sur de Guayaquil. En La Joya ha encontrado esos días que le recuerdan a su juventud.
Una de las primeras cosas que Nelly Perdomo hace luego de levantarse por la mañana, es salir de casa y caminar hasta La Piazza de La Joya para comprar el periódico del día. Es imposible que Nelly pase desapercibida mientras cruza la Gran Vía de esta Ciudad para Vivir. Camina con tal garbo que su cabello largo y platinado se mueve como una hoja en el aire. Tiene más de 75 años y dice, riendo, que “una mujer a partir de cierta edad debe de dejar de contar sus años”. Nelly llegó a Brillante de La Joya hace un par, desde el sur de Guayaquil. “Aquí he encontrado días que me recuerdan a mi juventud”, dice.
Cuando le preguntan qué es lo que más le gusta de la urbanización en donde habita ella responde “me recuerda mucho a Los Ángeles de California” ciudad en la que vivió siete años en su juventud. Más de cuarenta años han pasado de su estadía en la gran ciudad del extremo oeste de Estados Unidos, pero ella guarda en su memoria con claridad las casas con de tejas rojizas, sin rejas y con patios delanteros repletos de arbustos florecidos. “Los Ángeles era así igualito, casi idéntico a esto” dice Nelly mientras riega, como todas las mañanas, su jardín delantero. Luego de enviudar, Nelly se mudó a la casa de su hija en Brillante. Acá —a diferencia de donde solía vivir en Guayaquil— puede cruzar las calles con serenidad. En el sur vivía muy cerca de un gran centro comercial donde a toda hora escuchaba el intenso tráfico citadino. “Era muy angustiante, la gente pitaba todo el día, y no podía ni salir”. En la calle que está a las afueras de su nueva casa solo se escuchan el cantar de los canarios amarillos cuando se levantan y por las tardes mientras chapotean en algún sumidero de agua.
Nelly tiene la memoria intacta y aún domina el inglés. Es la traductora oficial de su casa y se encarga de aclararle cualquier duda a sus hijas que no dominan el idioma anglosajón. “Por aquí inclusive a veces vienen las vecinas para que les ayude con los deberes de sus hijos” dice Nelly, quien siempre está dispuesta a colaborar. Su cuadra, al igual que muchas otras de la urbanización, es como un gran patio: por las mañanas hay personas regando las plantas, por las tardes los niños juegan y por las noches algunos se sientan a conversar en los portales entre los vecinos. Una comunidad amigable.
Llegar a Brillante de La Joya fue como haberse inyectado nuevos años. “Aquí la verdad siento que he rejuvenecido” cuenta Nelly, que se ríe cuando recuerda que vive rodeada de jovencitos. Está contenta de poder ver crecer a sus nietos, y contar con la compañía no solo de sus hijas, sino de su cuadra entera.