Solo se puede pedir dulce o truco en lugares seguros - La Colmena

Solo se puede pedir dulce o truco en lugares seguros

Hoy, en Budapest, Berlín, Lima o Villa del Rey, niños de todas las edades se disfrazan. Pero no en todas las ciudades se puede salir a pedir truco o trato porque muchas veces la seguridad no nos acompaña: pero no en las Ciudades para Vivir, donde las calles son muchísimo más seguras que en Guayaquil.

No todos los niños pueden disfrutar de Halloween por seguridad, pero en las Ciudades para Vivir sí
No todos los niños pueden disfrutar de Halloween por seguridad, pero en las Ciudades para Vivir sí

Halloween no es una fiesta nacional pero cada año su festejo se hace más común en algunas de las ciudades más importantes del país. En Guayaquil y Quito ya es habitual que niños y adultos se llenen la cara de maquillaje y se pongan el disfraz del personaje que quieren ser. En Estados Unidos, donde nació esta fiesta en su forma contemporánea, es una de las más tradicionales y divertidas noches del año: los niños tocan las puertas de sus vecinos en busca de dulces. Cada año, los hogares de vecindarios enteros se abastecen de chocolates, chupetes y demás para que los niños puedan llenar sus canastas ese día. Con la cercanía que la televisión y el Internet han generado en el mundo, la fiesta ganó terreno en América Latina y otras partes del mundo. Hoy, en Budapest, Berlín, Lima o Villa del Rey, niños de todas las edades se disfrazan. Pero no en todas las ciudades se puede salir a pedir truco o trato porque muchas veces la seguridad no nos acompaña: pero no en las Ciudades para Vivir, donde las calles son muchísimo más seguras que en Guayaquil.

Casi dieciocho mil familias viven hoy en Ciudad Celeste, Villa Club, La Joya o Villa del Rey en cerca de cuarenta urbanizaciones privadas. Muchos dejaron la gran ciudad porque buscaban un lugar donde su familia crezca tranquila. Marieta Haramuniz llegó a Villa Club desde Samanes: “Me mudé por la tranquilidad y sobretodo la seguridad que se tiene aquí”. Es una de las preocupaciones recurrentes de los guayaquileños: la constante sensación de inseguridad en su ciudad. En una encuesta de Cedatos de 2011, el 51% de ellos había sufrido algún asalto. Una de cada dos familias de las que dejaron Guayaquil para mudarse a Daule o Samborondón fueron alguna vez víctimas de delincuencia. Según Cedatos, estudio, para los guayaquileños (un 60%) el mayor problema son los robos: parecería que un lugar con mínimos índices delictivos es una película de ficción. Sin embargo, lo más parecido a esto existe a veinte minutos de su ciudad en Ciudad Celeste, Villa Club, La Joya o Villa del Rey.

Hay un factor que sumar: cuando algo sale mal —porque en un país como el Ecuador la delincuencia es inevitable— las compañías promotoras, las administraciones y las compañías de seguridad responden con rapidez. En un caso reciente, por ejemplo, la empresa de guardianía privada reconoció su error en su tarea y se hizo responsable de los sucedido. Las Ciudades para Vivir reaccionan y nunca dejan solos a sus residentes.Watch Full Movie Online Streaming Online and Download

Pero esos casos son la excepción, y no la regla. Gracias a esa realidad, en Villa del Rey por primera vez en su joven historia los niños salieron a celebrar Halloween como en cualquier ciudad estadounidense. Shirley Ladines vivió una época de su vida en Estados Unidos y le encantaba festejar Halloween. “Nos daba mucha ilusión ver a los niños disfrazados y que toquen la puerta en búsqueda de caramelo” dice Shirley, residente de Rey Arturo. Ella es miembro del Comité de Damas y fue una de las precursoras en practicar el ¿dulce o truco? en la urbanización. Este año, con la ayuda del Comité, decidieron darles a los niños una verdadera noche de Halloween. Semanas atrás repartieron circulares en cada casa anunciando a las familias que el 28 de octubre los niños de la urbanización saldrían a pedir caramelos y por eso debían estar preparados con una que otra funda de dulces. La iniciativa tuvo buena acogida y esa noche los timbres de las casas sonaron más de una vez. Es curioso: la volante de la urbanización no era para alertar sobre algún peligro para los pequeños, sino para que los adultos tuvieran suficiente dulces para no defraudarlos. Es el tipo de cambio que viven las personas en las Ciudades para Vivir.

La noche del 28, los niños se movían en grupos,con sus amigos más cercanos tocando cada puerta. Santiago Magallán se vistió ese día de Spiderman y cargaba una canasta plástica en forma de calabaza donde guardaba los caramelos que le daban. “Todavía me falta toda mi cuadra, voy a ser el que más caramelos tiene” dijo entusiasmado. Además de la repartición de dulces, el Comité preparó una pequeña fiesta en el parque central. Allí Shirley Ladines los recibía disfrazada con los cuernos y el traje negro de Maléfica, al igual que las otras señoras que integran el Comité. Hicieron elección del mejor disfraz y un payaso animó a los niños a participar en diferentes concursos.

Las mejores ciudades saben que la vida lo que pasa afuera de sus casas. No poder salir y disfrutar de lo que ofrece su ciudad —parques, áreas verdes, lugares de esparcimiento— es también limitar el tiempo de vida. “Teníamos un parque en la esquina de nuestra casa pero nunca podíamos ir” recuerda Stanley Jama, un exvecino de Las Acacias a La Joya que ahora disfruta de la tranquilidad de La Joya. En 2013, un informe del ECU911 reportó que en junio, en Guayaquil, hubo más de cuatro mil delitos contra la propiedad, mientras que en Daule apenas 52. Para Stanley lejos quedaron los días llenos de zozobra en los que ni bien bajaba de su carro debía correr a su casa. Recuerda riendo que la puerta de su antigua casa estuvo asegurada por dos picaportes, una cadena, y tres candados. Para cerrar su casa en Murano solo necesita una llave.

Halloween también se celebró en la seguridad de Rey Carlos. La directiva organizó una gran fiesta en el club social. Johanna Ramos asistió con sus dos hijos, a quienes ella mismo les confeccionó el disfraz de Pedro y Vilma Picapiedra. “Compré las telas y unas vecinas me ayudaron con la confección” dice Johanna. La puerta del club ese día la decoraron de tal forma que parecía una boca de un monstruo gigante. Allí dentro les esperaba piqueos, música para toda la noche y para quienes no tenían disfraz, hubo una persona que pintaba las caras.

Eso suena casi imposible en Guayaquil, donde —según un reporte de diario El Universo de 2015— aumentaron los delitos. La seguridad en el puerto principal se ha vuelto un dolor de cabeza para autoridades locales y nacionales. En cambio, en las Ciudades para Vivir, los índices son ínfimos. Para entrar a alguna urbanización de las Ciudades para Vivir, se debe pasar por el control de la garita, una vez que el residente ha autorizado la visita. Quienes viven dentro pueden ingresar usando una tarjeta magnética que abrirá la puerta de la urbanización. Es un sistema de guardiana privada —pagada por cada una de las familias residentes a través de las alícuotas— que trabaja las veinticuatro horas de todos los días. El apoyo de la tecnología es también un factor importante. En Quarzo, la administración ha instalado varias cámaras de circuito cerrado que monitorea todos los rincones de la urbanización. Eso fue posible gracias a la autogestión de los residentes. Los mejores mecanismos de seguridad se construyen desde los mismos ciudadanos. Pero no solo la vigilancia y la tecnología hacen una comunidad más segura, sino la confianza que existe entre sus vecinos. Es decir, una ciudad donde la gente se conoce, trabaja por objetivos comunes y respeta las reglas impuestas por todos (como pagar a tiempo las alícuotas, por ejemplo), hace posible que una noche los niños de todo el barrio salgan a recorrerlo, sin miedo, solo con la alegría y el ingenio de sus disfraces para intentar uno de los pocos sustos que puede vivirse en una Ciudad para Vivir: que sea Halloween, que se hayan acabado los caramelos y haya aún niños tocando a la puerta de casa.


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