La Colmena

Para los hijos adultos, la casa de sus padres es un lugar de lleno de comodidades. Ahí, alguien más se encarga de lavar la ropa, de tener la comida lista, de pagar los gastos de servicios y vivienda, de limpiar la casa y más. Por esto y otros motivos, muchos deciden permanecer en casa de sus padres y postergar la independencia. Hay que reconocer que en muchas ocasiones esta decisión es consecuencia de las condiciones económicas: independizarse tiene un costo que no todos pueden afrontar y vivir con la familia permite ahorrar o, simplemente, disfrutar de un estilo de vida más cómodo del que ellos podrían costear.

En Ecuador, tradicionalmente los hijos adultos viven con los padres hasta que se casan. Este patrón es signo de ciertas normas sociales. La psicóloga Mónica Llanos explica que la cultura ecuatoriana es muy conservadora cuando se trata de las relaciones familiares. De acuerdo con sus descubrimientos, para las generaciones anteriores, el hecho de que los jóvenes quieran independencia de sus padres está fuertemente asociado al libertinaje o a la falta de aprecio por la familia. Si bien esta concepción ha ido disminuyendo a través de los años, aún es palpable.

Sea cual sea la causa, la tendencia de adultos jóvenes que viven con los padres —especialmente mientras son solteros— permanece. En principio, no tiene nada de malo. Julie Lythcott-Haims, la exdecana de la Universidad de Stanford que se ha dedicado a estudiar los efectos de las relaciones entre padres e hijos, explica que el problema no está en que los hijos sigan en casa de sus padres: lo que está mal es que no se comporten como adultos —que no tengan un trabajo, no aporten económicamente al hogar y no se involucren en los quehaceres. Los hijos que siguen teniendo todas las comodidades que tenían de niños no se preparan para las responsabilidades de la vida adulta.

En las Ciudades para Vivir, también hay adultos jóvenes que viven con sus familias. José Alfredo, un residente de La Coralía de Ciudad Celeste, vive con sus padres. Este universitario de 25 años reconoce que dar una mano en casa es parte de su responsabilidad. “Siempre que puedo, aporto económicamente y también ayudo cuando hay que hacer algo en la casa”. Para él, la formación que reciben los jóvenes es clave para que se motiven a ayudar por su cuenta, sin embargo, nunca está de más que la familia pida ayuda cuando es necesario.

La tendencia de vivir con los padres ha aumentado a nivel global. En Argentina, 7 de cada 10 jóvenes entre 18 y 34 años viven con sus padres y el 58% de este grupo, no aporta económicamente a la familia. Para ellos, la norma es que sean los padres quienes mantengan a sus hijos adultos. En Estados Unidos, el porcentaje de jóvenes que viven con sus padres ha aumentado considerablemente desde 2001. En la actualidad, el 32% de la población joven estadounidense vive con sus padres – lo que representa un 9% de incremento en 15 años. Esto significa que la proporción de adultos jóvenes que viven con sus padres actualmente se acerca a la alcanzada entre 1880 y 1940, cuando la cifra llegó a su pico.

Y mientras la tendencia aumenta, es necesario entender que por más que los padres consideren que dar todo fácil a sus hijos es una forma de ayudarlos en sus primeros años de adultez, es muy importante que esos años sirvan como una forma de prepararse para el mundo. Asignar responsabilidades y pedir que se involucren en las necesidades del hogar es fundamental para que se conviertan en personas independientes que pueden valerse por sí mismas —lo que al fin y al cabo es uno de los trabajos más importantes de los padres.