Los residentes de las Ciudades para Vivir dan vida a la infraestructura - La Colmena

Los residentes de las Ciudades para Vivir dan vida a la infraestructura

A diferencia de las personas, que crecemos con los años, una ciudad crece con la gente y se desarrolla en la medida en la que sus residentes mejoran sus vidas.

Los residentes de las Ciudades para Vivir dan vida a la infraestructura
Los residentes de las Ciudades para Vivir dan vida a la infraestructura

Han pasado trece años desde que se colocó la primera piedra en Ciudad Celeste, en Samborondón, la mayor de las Ciudades para Vivir, y desde ese día el desarrollo no ha cesado. En 2004, se inauguró Villa Club, en la parroquia La Aurora del cantón Daule. Dos años más tarde, nació La Joya en el mismo sector y finalmente, Villa del Rey se inauguró en 2011. En poco más de una década, se han construido nuevas etapas, miles de casa, parques, ciclovías, avenidas, aceras, plazas comerciales, pero esta gran infraestructura solo cobra verdadero sentido con los residentes que se sirven de ella. Año a año, nuevas familias llegan a buscar su hogar soñado en cualquiera de las cuatro Ciudades para Vivir.

La infraestructura que alberga a 65 mil personas se construyó poco a poco, piedra tras piedra, bloque tras bloque. Más y más familias necesitaron un hogar y llegaron a las Ciudades para Vivir sabiendo que aquí lo encontrarían. A diferencia de las personas, que crecemos con los años, una ciudad crece con la gente y se desarrolla en la medida en la que sus residentes mejoran sus vidas. Así, las Ciudades para Vivir han crecido, y cada vez hay más proyectos internos destinados a mejorar la calidad de vida de sus habitantes Los componentes que hacen tangible este crecimiento son los que dan forma a las casas, las aceras, los parques: los materiales de construcción.

No es de extrañarse que a la actualidad, la cantidad de materiales utilizados para construir los sueños de los residentes sean monumentales. En Villa Club, 950 mil sacos de cemento han sido vertidos en 4000 hogares y sus alrededores: con esta cantidad se puede producir concreto suficiente para construir dos veces el puente Golden Gate de San Francisco, con sus pilotes, muelles, torres de alta tensión y pavimentación total. Los más de 6 millones de bloques utilizados para construir Villa Club, colocados uno junto a otro forman un camino de dos mil quinientos kilómetros, suficiente para atravesar Ecuador desde el punto más alto en el norte hasta el punto más bajo al sur, ¡tres veces!

Y en La Joya, la más grande de las Ciudades para Vivir, los números son aún más sorprendentes: dos millones trescientos mil sacos de cemento y diecisiete millones de bloques que colocados en línea recta, alcanzan la longitud de la costa sudamericana del Pacífico, desde el norte de Colombia hasta el sur de Chile. A la actualidad, treinta mil personas se benefician de vivir en La Joya.

La vida en comunidad también empieza con estos cimientos materiales. Las son construcciones de gran importancia en todo proyecto urbanístico. Aquí, la participación ciudadana se vuelve tangible. Para crear las vías de acceso con sus respectivas aceras, se utilizaron 135 mil sacos de cemento. Ahora, los residentes caminan, hacen ejercicio y ejercen su ciudadanía en esas vías peatonales.

Definitivamente, para consolidar el sueño de los residentes de las Ciudades para Vivir, los procesos y materiales han sido el primer paso. Es sorprendente como de toneladas materiales de construcción bien distribuidos nacen espacios destinados a cumplir la más grande expectativa de los seres humanos: ser felices. El arquitecto japonés Tadao Ando, dijo “la arquitectura solo se considera completa con la intervención del ser humano que la experimenta”. Los residentes son aquellos elementos que llenan de vida una casa, un edificio, una urbanización. Mientras existan personas buscando un hogar donde ser felices, las Ciudades para Vivir seguirán ofreciendo un espacio para ser llenado de vida.


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