Pajareando en Ciudad Celeste
No todo el mundo tiene que viajar para encontrar aves. Los afortunados residentes de Ciudad Celeste pueden ver algunas desde el patio de sus casas, especialmente si están cerca del río Babahoyo.
Desde niños el mundo natural nos maravilla. Curiosos, nos detenemos a mirar a los peces de los estanques, a seguir el camino de las hormigas y a observar a las aves que vienen y van, «mientras cantan sin preocupaciones.». Los pájaros son asombrosos: nos maravilla su habilidad de alzar el vuelo y atravesar el cielo como nosotros solo podemos hacerlo en nuestros mejores sueños nocturnos. Esta curiosidad infantil, que en ciertas personas perdura a lo largo de los años, ha generado ciertas actividades recreativas como el avistamiento de aves, y Ecuador es un paraíso para quienes la practican. Hasta el momento, se han registrado más de 1600 especies en nuestro territorio. En el 2014, la Prefectura elaboró una guía de esas 568 especies como parte de un plan para promover el aviturismo (los viajes con el propósito principal de ver aves). Pero no todo el mundo tiene que viajar para encontrar aves. Los afortunados residentes de Ciudad Celeste pueden ver algunas desde el patio de sus casas, especialmente si están cerca del río Babahoyo.
Con un reducido equipo, cualquiera puede convertirse en un pajarero —el pintoresco término con el que los aficionados a observar aves se denominan. Solo se necesitan binoculares o un telescopio, y una guía de las especies que existen en la zona y sus alrededores (como la que hizo la Prefectura), e ir con tiempo y paciencia a orillas del río Babahoyo, donde se reúnen diversas especies. Llegan a anidar, a alimentarse, a reposar en las ramas de los árboles. Si bien el área ha sido urbanizada, la intención detrás de Ciudad Celeste siempre ha sido construir y preservar la naturaleza porque saben que solo un gran nivel de vida solo se puede alcanzar si se mantiene el equilibrio medioambiental.
La pajarería es un fenómeno mundial. De acuerdo con el reporte presentado por el Servicio de pesca y vida silvestre de Estados Unidos, en este país existen alrededor de 47 millones de personas que se dedican a ella (más gente que la que vive en toda España). Además, esta industria mueve alrededor de 41 mil millones de dólares (diez mil más que el presupuesto del Estado ecuatoriano), entre viajes y equipos necesarios. ¿Qué hay en esta pacífica actividad que es tan atractivo? De acuerdo con algunos pajareros, el salir a la naturaleza a observar aves es formar una conexión con la naturaleza y sentirse completamente presente en el momento. El estar aquí y ahora es uno de los grandes propósitos detrás de las prácticas espirituales orientales. Al igual que mirar el cielo, el avistamiento de aves se liga a la dimensión espiritual de quienes lo practican. La escritora Georgia Harper explora este tema en su libro Birding with Buddha: contemplative birding (Observando aves con Buda: contemplación de aves), donde describe esta práctica como “meditación en acción”.
Sea cual sea nuestra motivación, en Ciudad Celeste podemos dedicarnos a esta actividad. Cientos de especies como garzas (más de diez variedades de garzas se pueden encontrar en la zona, entre las más importantes se encuentran las blancas y las rosadas pico de espátula), los patos maría, ibis, mosqueros, tirano tropical, tortolitas ecuatorianas, garrapateros piquilisos, espigueros pico de loro, jacanas y tiranoletes, hacen de esta Ciudad para Vivir su hogar permanente o temporal. Los árboles nativos que se utilizan para la reforestación de la zona garantizan un hogar a estas criaturas, tan necesarias para mantener el ecosistema en equilibrio y lleno de vida.
La isla ubicada frente a la urbanización La Marina, es otro de los refugios escogidos por las aves del sector para habitar. Ahí se construye la nueva urbanización Isla Celeste, pero esto no significa malas noticias para las criaturas emplumadas: Isla Celeste se construye preservando todo el manglar de la isla, tan necesario para su hábitat. Así, el proyecto urbanístico coexiste con la naturaleza de la isla y desde ahí, los residentes tendrán una ubicación preferencial para el avistamiento de aves.
Lejos de la destrucción del ecosistema de las animales, se ha diseñado un espacio donde los hogares y la naturaleza puedan estar en una constante interrelación. Pajarear -—como comúnmente llaman al avistamiento de aves— es una práctica que va más allá de ser un pasatiempo: llena el espíritu. Las aves demuestran cómo una pequeña criatura conecta al ser humano con la naturaleza y son un maravilloso ejemplo de que esta convivencia no solo es posible, sino indispensable.